martes, 16 de diciembre de 2008

CIRCUITO ECOTURISTICO ALTO SHILCAYO-TRES MARIAS.
LA POSIBILIDAD DE TURISMO SOSTENIBLE EN MANOS DE UN GRUPO DE CAMPESINOS.



Una crónica de Pepe Orihuela. Fotos de Javier Quintana.

Nuevamente despertar a las 4:30 AM. Esta vez iba en el auto con Javier Quintana, amigo y fotógrafo profesional. Cindy Reátegui, amiga de ambos y corazón del Hospedaje La Patarashca, en pleno corazón de Tarapoto. Ella había concertado una reunión con Feliciano Tuanama, líder de la Asociación de Protección Flora y Fauna (APFF). Teníamos planeado ir a hacer un tour en la ruta que Feliciano y su familia protegen dentro del Area de Conservación Regional Cordillera Escalera (ACR-CE). Una semana antes tuve la oportunidad de conocer a Don Feliciano en un almuerzo ofrecido en casa de “Pancho”, horticulturista estadounidense que, como nosotros, está interesado en vincular personas interesadas en proteger el santuario natural que es Cerro Escalera. Pude darme cuenta pronto de lo que Pancho me había anticipado en su pobre castellano: “esperah que conozques a este siñor…es un grande ombreh”.
En Tarapoto, Javier y yo pasamos al Mercado # 1 para desayunar un rico jugo surtido, dos panes de queso con tomate y palta y un keke. No hay mejor lugar que el puesto de Vicky para desayunar rico y rápido. Cinco cuadras después, en el Hospedaje La Patarashca, subimos las cosas a una camioneta y uno a uno fueron llegando los participantes de nuestra excursión. Nicolás (guía de aves en el Hotel Puerto Palmeras), Emanuel (Ingeniero Forestal de la Universidad Nacional de San Martín), y dos amigas de Cindy que querían pasear un poco: Susana y Raquel.
Después nos encontramos con don Feliciano y sus hijos: Júver y Réiser. Iniciamos la caminata desde la Bocatoma del Río Shilcayo, último lugar hasta donde llega un camino de tierra afirmado que en el pasado se encontraba en pésimas condiciones y que hoy es accesible incluso en motocar. Junto con el Río Cumbaza, el Río Shilcayo es el río que abastece de agua a la ciudad Tarapoto. Allí está la antigua bocatoma para confirmarlo, y una bocatoma nueva y moderna un poco más adelante en el camino. Hace rato que quedaron atrás las últimas casas de Tarapoto y todo es un hermoso bosque de galería sobre el río y sobre nosotros. Seguimos adelante por una trocha que zigzaguea río arriba. El sendero es lo único construido por el hombre allí. La luz matinal se filtra sólida por entre las ramas y le da a nuestro paseo un aire de pureza que hace creer que fuéramos los primeros en caminar por allí. No los primeros pero sí de los primeros. Don Feliciano me cuenta que hace tres años que han construido el sendero y aunque no tienen muchos visitantes. Ellos quieren prepararse para recibir más turistas en una modalidad de ecoturismo. “Necesitamos asistencia, técnicos que nos capaciten para poder proteger mejor el bosque”, me cuenta don Feliciano, consciente de que los visitantes llegarán. Lo que le preocupa es la ayuda económica y técnica para que la asociación pueda mejorar las expectativas de todos. Va en serio.
El Shilcayo serpentea y mientras más avanzamos más creemos haber llegado al paraíso: quebradas con pozas poco profundas de agua cristalina, árboles de todas las tonalidades de verde imaginables, aves que emiten sonidos y cantos exóticos, líquenes, hongos, musgos de distintas texturas, y mariposas, todos salen a nuestro encuentro, compartiendo su belleza con nuestros sentidos. El río es pequeño y no es difícil cruzarlo con botas de goma.
El río, es simple detenerse a observarlo y admirarlo; cómo fluye, cómo transporta eternamente al agua. Su sonido puede transportar también nuestra memoria. Es una cualidad de los ríos que, además de ser avenidas de agua, son el caudal de la memoria, sobretodo en la selva donde al agua es sinónimo de vida y leyenda. En ese momento me dio pena recordar un titular que vi por la mañana, mientras desayunaba en el mercado. La noticia mencionaba que un camión de Perúpetro con 2 mil galones de hidrocarburo se había volcado en el Km. 48 de la Carretera Tarapoto-Yurimaguas, derramando el aceite en el arroyo Ahuashiyacu, un tributario de la cuenca del Shilcayo. La nota exhibía fotos de las mismas ranitas que nosotros íbamos encontrando en nuestro camino sólo que aquellas estaban flotando boca abajo, cubiertas de petróleo…muertas. La empresa resolvió el problema arrojando arena sobre el derrame, sin evitar que el petróleo llegara al agua, que, dicho sea de paso, sirve también para consumo humano.
Pero esta parte del Alto Shilcayo se ha conservado milagrosamente. Su cercanía con Tarapoto no se ha traducido en deforestación y desastre. Por lo menos hasta ahora. Los miembros de la APFF, que reúne a más de 30 familias, quieren que continúe así, prístina y verde, y creen que el ecoturismo es la manera de mantener ese brillo.
Al poco rato Susana preguntó “¿Falta mucho?”. Animándola, Júver le respondió “Noooo, arribita nomás es señorita”. Todos reímos y pronto se volvió una broma común. “Un guía tiene que ser siempre positivo” me recuerda Javier observando la reacción de Júver. Y es cierto: no importa cuánto falte, como guía hay que animar a las personas a seguir andando. De lo contrario uno será guía de su propia sombra. Con el agua hasta las rodillas o saltando sobre las piedras, seguimos adentrándonos hasta llegar dos horas después a un refugio construido a orillas del Shilcayo, justo donde se encuentra con un tributario: el Río Tamushal. Allí hay dos tambos grandes, uno para el comedor y otro es la casa del vigilante, un puesto que rota cada 30 días entre los varones que forman parte de la APFF. Justiniano es el vigilante en turno. Allí encontramos también a doña Luzmila, esposa de Feliciano; a Clodomira, que es esposa de Júver, y su hijo de 9 años, Seylor Fisherman. Nos ofrecen refresco de cocona y aprovechamos para conversar con nuestros guías y conocernos mejor. Don Feliciano nos cuenta cómo él y su familia aprendieron lo que era perder todo cuando un aluvión del Río Shilcayo destruyó sus casas y chacras. Pronto se dieron cuenta que si iban a reconstruir, ¿pues porque reconstruir lo mismo? Decidieron cambiar su visión. Durante años habían escuchado el discurso de las ONG’s que llegaban y les decían que tenían que proteger los bosques, sin embargo no se concretaban los planes para hacerlo. Al final, ese discurso se parecía a las promesas del candidato a la presidencia y quedaba archivado en el cajón de las buenas intenciones. Fue entonces que, liderados por Don Feliciano, los pobladores de Julianpampa y otros sectores de Alto Shilcayo decidieron tomar la iniciativa ellos mismos. Ni tontos ni perezosos, empezaron a reforestar, a diseñar y a construir un sistema de trochas con guías y cargadores, tambos (refugios) y comida para futuros visitantes. Y lo más importante: la filosofía de proteger el bosque. Poco importó que fueran inexpertos en el tema del turismo y que no tuvieran idea de cómo atraerían a los turistas, ellos confiaron en que lo que estaban haciendo era lo correcto. Como dijo el sabio Albert Einstein alguna vez “Si una idea no suena absurda cuando es concebida, entonces no tiene esperanza”. Hoy las mujeres y hombres de la APFF son los guarda parques voluntarios de Cordillera Escalera.
“¡Vamos a las cataratas!”. Al poco rato salimos por otra trocha que sigue la quebrada de Tamushal arroyo arriba. Vamos encontrando ranitas de colores encendidos con facilidad poniendo atención entre las piedras del arroyo. Preferimos no tocar. Los colores vivos demuestran belleza y su función es atraer a la rana del sexo opuesto, pero en el lenguaje de la naturaleza esos mismos colores son una señal de alarma para cualquier depredador desprevenido o daltónico. Y el ser humano es el más desprevenido de los depredadores. Aparecen barandas a los costados del camino por lo accidentado del terreno. Trepamos entre rocas gigantescas y descubrimos la primera caída de agua. La poza de agua luce deliciosa pero juntamos energía para subir un poco más hasta la segunda caída, llamada “Vestido de novia”, por los locales a causa de su intenso y limpio chorro blanco. Allí nos bautizamos. Luego de un baño estamos listos para almorzar.
Caldo de gallina de chacra y frijoles con juane (tamal de arroz con huevo, culantro y pollo) nos esperaban sobre la mesa. Disfrutamos conversando animadamente. Con Nicolás revisamos nuestra lista de aves en la Guía de Aves del Perú (John F. Clements, Noam Shany), la biblia del observador de aves en el Perú. Hasta entonces habíamos identificado unas 20 especies de aves y eso que no nos habíamos detenido mucho. Tuvimos mucha buena suerte también encontrando invertebrados como ciempiés, milpiés, insectos palo, arañas, hormigas, etc. La naturaleza permanece intacta en este santuario, sometida al delicado equilibrio de la armonía natural. Tan intacta que uno tiene la sensación de estar descubriendo algo allí. Lo mejor que podemos hacer es observar como humildes espectadores y aprender. “En esa loma de allá vive el Oso”, Feliciano se refiere al Oso de Anteojos (Tremarctos ornatos), especie emblemática del Perú y amenazada por la depredación de su hábitat. Cabe resaltar que uno de los motivos para la creación de la ACR-CE es que naturalmente forma parte de un enorme corredor para animales como monos, osos, jaguares y otros mamíferos que aún permanecen en pequeños grupos en la zona. Junto con las Areas Naturales Protegidas de Bosque de Protección Alto Mayo (BPAM) y Parque Nacional Cordillera Azul (PNCAZ), la Cordillera Escalera es el eslabón de una cadena natural que protege una biodiversidad impresionante.
“¿Falta mucho?” preguntó Raquel esta vez. “Uuuuu, hast’arriba desacolina señorita!”, respondió Réiser en su acento charapa. Era una broma. La colina no era muy grande, pero era empinada. Las amigas se miraron entre sí y tragaron saliva. Cincuenta metros más arriba llegamos al refugio donde pasaríamos la noche. Reímos y ellas respiraron aliviadas. El GPS marcaba 620 msnm. No sólo habíamos llegado sino que el lugar era una postal para regocijarse: frente a nosotros una sierra verde yacía completamente iluminada en su versión “verde clorofila de las cuatro treinta de la tarde”, y nuestro tambo en medio de un pedazo de bosque despejado. Dentro del tambo había dos hamacas. Las amigas las tomaron primero. Los demás pusimos nuestras colchonetas en el piso. Después de cenar tuvimos tiempo de explorar un poco los alrededores. Hallamos una serpiente loro machaco (Bothrops bilineatus) enroscada en un árbol. Hablábamos en voz baja pues no queríamos provocar el pánico de los más citadinos que nunca habían visto una serpiente venenosa. Parecía que acababa de comer y no podía moverse mucho pues apenas se movió a una rama más arriba. Razonamos que era más vulnerable ella cerca de nosotros que nosotros cerca de ella y no hicimos mayor esfuerzo en moverla. En el cielo vimos varios vencejos de collar blanco (Streptoprocne zonaris) y cuando oscureció vimos infinidad de estrellas y hasta un satélite pasar por el firmamento. Encendimos madera de palo santo para alejar a los mosquitos, que por suerte eran pocos, y vimos las fotos tomadas durante nuestra jornada. Fuimos a dormir temprano pues al día siguiente nos esperaba una caminata más intensa. Antes de recostarnos el cielo se cerró y el viento empezó a soplar con fuerza. Se avecinaba una tormenta. Por eso había pocos moscos.
Llovió la noche entera, enfurecidamente. El viento sacudía los enormes arboles con facilidad y colaba algunas gotas de lluvia dentro del tambo. A pesar de la tormenta estábamos bien resguardados bajo el tambo. Cierto, fue una noche agitada pero todos descansamos. Por la mañana todo olía a tierra mojada. Había parado de llover y salimos a ver aves. Mañanas como ésta son las mejores para observar aves. Vimos un Saltarín de Cabeza Dorada (Pipra erythrocephala) y un Gavilán Bidentado (Harpagus bidentatus). Para cuando despertamos la loro machaco seguía exactamente en el mismo lugar donde la habíamos dejado la noche anterior.
Comenzamos la subida por un bosque montano secundario donde el buen observador puede darse cuenta que antes ha habido chacras. Así nos lo confirmó Feliciano, que nos mostró la que había sido su propia chacra. Arroz había crecido allí. Y antes hoja de coca. Ahora un montón de “shapumba” (helechos invasores de suelo muy degradado) y algunos árboles comenzaban a repoblar el suelo.
Su personalidad de agricultores y depositarios del conocimiento de la tierra tomaba su verdadera dimensión cuando se les escuchaba, ahora convertidos en guarda parques, hablar de su amor a la tierra. Escuchándolos uno podía darse cuenta que lo hacían con pasión y plena conciencia de lo difícil que es conseguir apoyo para este tipo de iniciativas. Apoyo no para que crezcan sino para que permanezcan como iniciativas de conservación y no de lucro. Hablaban orgullosos de su decisión. Me sentí hermanado con tan hermosa familia. E
En el camino vimos un árbol de “Ojé” (Ficus insipida Willd.) de unos 40 metros. Nos detuvimos para tomarnos fotos al pie de su tronco. No deja de ser emocionante encontrar estos arboles enormes, sobretodo en zonas cercanas a cultivos. Para mí eso quiere decir que algunas personas todavía respetan a los árboles, que no los tumban y escriben sus nombres sobre el tronco. De hecho el Ojé es un árbol medicinal y su resina se utiliza como un poderoso antiparasitario y para purgas medicinales. El solo hecho de ver que uno de esos gigantes puede sobrevivir cerca del Hombre me da esperanza en que mi propia especie es capaz de respetar estos seres mudos llenos de conocimiento.
El sendero sube, resbaloso a causa de la lluvia y el lodo. Vemos un grupo de Araçaris Letreados (Pteroglossus inscriptus) comer en un árbol. Adelante dos mangos gigantescos enmarcan el sendero y la escena parece el dibujo de un cuento de hadas. “Son macho y hembra” dice Feliciano, refiriéndose a los mangos. Deben tener unos 50 años pues estaban aquí ya cuando él compró estas tierras. Junto a los mangos hay otro refugio y aprovechamos de hacer un fuego y calentarnos un poco. La lluvia, como si hubiera estado esperando a que encontráramos techo, larga a llover tan pronto estamos cubiertos. Hay una bifurcación y es necesario que decidamos por cual camino seguir. Uno lleva a la catarata de Tres Marías, el otro al Mirador. Decidimos ir cuesta arriba, al Mirador que está ubicado en la cima de un cerro a casi 1300msnm. Desde allí podremos ver las Tres Marías desde lejos, la ciudad de Tarapoto, y el panorama de la Cordillera Escalera.
A medida que avanzamos la cuesta se pone más empinada. Hay que agarrarse de los árboles al subir, todo resbala. El colchón de musgo, hojas y raíces de este bosque esponjoso late con cada paso. Finalmente llegamos al “filo”, el abra donde se encuentra el mirador. Para entonces hemos salido del bosque y estamos expuestos al paisaje y a la lluvia. El viento sopla fuerte y enfría. Descansamos en una piedra y admiramos: debajo nuestro un valle verde esconde cataratas que vemos minúsculas desde donde nos encontramos. Allí están Tres Marías y Vestido de Novia, que ahora con la lluvia no se parece en nada a la gentil caída del día anterior. La niebla y las nubes se sacuden y entran, suben y bajan por el filo. Hace tanto viento que las nubes bailan. Tenemos frío, no podemos quedarnos quietos. Decidimos andar en lugar de esperar que cese de llover. El sendero va surcando literalmente el filo del abra; del lado derecho, al Norte, podemos ver los criaderos de gallinas y la carretera que va a Yurimaguas. Tarapoto yace más al Este. La ciudad está muy cerca de las montañas, pero paradójicamente pocos voltean a mirarlas o se animan a visitarlas.
Pero esto podría cambiar pronto. La migración continúa y ni la policía ecológica ni los guardaparques ni el INRENA tienen posibilidades de prevenir las invasiones. Recientemente conversaba con Luis Angel Aguilar, alcalde del municipio de San Roque de Cumbaza, y me comentaba su preocupación por la noticia que ha recibido acerca de la invasión de terrenos en la Pampa del Olvido, área que San Roque y otras localidades utilizan como coto de caza de venado rojo, carachupa (Armadillo), majaz (Aguti), huangana (jabalí), entre otras, para consumo tradicional. La Pampa del Olvido es parte de la ACR-CE y es el inicio de la selva baja.
“¿Qué piensa hacer?” le pregunté a don Lucho. “Bueno, vamos a ir y comprobar que los terrenos están invadidos. De ser así le notificaremos a INRENA, que puede tomar mucho tiempo en responder. Una vez que respondan hay que ir con la Policía Ecológica para desalojar a los invasores, pero eso es muy difícil porque ellos están armados y no tienen adonde más ir. Además, para cuando INRENA de luz verde al desalojo ya habrán traído a sus familiares y serán más y será más difícil desalojarlos” me responde. “¿Hay otra opción?” pregunto preocupado. “Sí, pero también es incierta. Tendría que organizar una conferencia de prensa y buscar el apoyo de los medios y de la población civil”. Pero los medios masivos parecen estar más interesados en la salud mental de Britney Spears y la población civil está preocupada por la salud de su economía. ¿Cómo conciliar el rescate ecológico con la población entonces?
El trabajo de conservación, pienso, debe darse íntegramente, desde todos los frentes posibles. Y no debe darse como una reacción ante los vicios que el modo de vida occidental produce, vicios que afectan directamente a la naturaleza. Es decir, en esta visión no debería invadirse terrenos ni talarse árboles de manera ilícita. Para que se dé hay que trabajar de manera que se prevengan estas situaciones. Para ello el gobierno debe actualizar la ley de catastro y la titulación de terrenos, de modo que esto se dé de manera rápida y sencilla, sin la histórica burocracia y corrupción de la que somos tan adeptos. Nuestra ley forestal está en el Medioevo y mientras el gobierno habla de que el 60% de nuestra geografía nacional está cubierta de bosques ya desaparecieron 100 hectáreas de bosque mientras usted leía esta crónica. Organizar programas de reforestación y de aprovechamiento controlado de la madera de modo que se conserven los santuarios designados como tales. De ese modo se ofrece empleo a taladores potenciales que, finalmente lo que buscan es darle de comer a su familia. Pero sobretodo capacitar y organizar a la población para que ellos mismos protejan sus bosques. Si el gobierno no puede, pues que permita que la población lo haga mientras que el gobierno se concentra en modificar la ley a una que sea coherente con la conservación forestal real y que deje de hacerle favores a la mafia maderera.
Mis pensamientos se vuelven amplios como el horizonte que mis ojos miran. La lluvia ha cesado un poco y descubrimos orquídeas a nuestro alrededor. Estamos en un bosque enano de arbustos y muchas flores coloridas. El GPS marca 1260msnm y la vegetación del bosque enano me recuerda a Machu Picchu. El aire calienta y observo como la masa de aire se encuentra con un cúmulo de nubes, elevando lentamente los gigantes remolinos blancos. Aprovechamos para almorzar una pasta con atún y frijoles en plena altura. Don Feliciano nos muestra desde allí la ruta que habríamos seguido de haber continuado por abajo del filo, hacia la catarata de Tres Marías. Todo el sistema de trochas necesita de 3 días para visitarse en su totalidad y disfrutarse como debe ser.
A partir de aquí ya todo es cuesta abajo. Volvemos sobre nuestros pasos hasta los mangos gigantes. De allí un nuevo sendero nos llevará hasta la chacra de Réiser. Una linda chacra donde tiene su casa y nos presenta a su familia, todos felices. Hasta el perro está gordito y bien alimentado gracias a la agroforestería que practica para no talar más bosque. Bajaremos hasta volver a los 330 metros de Tarapoto. En el camino veremos como el Shilcayo ha crecido el doble y ahora es un río chocolatoso que podría perfectamente arrastrarnos. Nos tomamos de las manos y nos mojamos hasta el ombligo a la hora de cruzarlo. Ha llovido el día entero y no queda una sola hoja seca en todo este bosque. Todos hemos bebido el agua. Todos hemos recibido el regalo. Ahora vamos todos a cuidarlo.

No hay comentarios: